martes, 5 de marzo de 2013

Ser cristiano en un país musulmán

Monjes coptos
Si no es fácil pertenecer a una minoría religiosa, menos lo es en un país musulmán. Esa es la situación de los cristianos ortodoxos egipcios, los coptos.

Se supone que el cristianismo entró en Egipto alrededor del año 42 con San Marcos el Evangelista (aunque hay coptos que sostienen que su cultura es pre-cristiana, derivada del faraonismo, lo que les permite proclamarse herederos de la cultura egipcia). Los coptos tienen su propia Iglesia (en realidad cuatro: la Copta u Ortodoxa, la Ortodoxa de Alejandría o Griega, la Católica Copta y la evangélica copta, cada una con un patriarca casi equivalente al Papa católico. Con el tiempo, sus principales aportes al cristianismo mundial fueron las escuelas de catequesis y el monacato, y los primeros tres concilios ecuménicos de la cristiandad fueron presididos por egipcios.

Cuando Egipto fue conquistado por los musulmanes, los coptos dejaron de ser mayoría y sufrieron frecuentes y brutales persecuciones. Recién a principios del siglo 19 y gracias a Mohammed Alí, valí de Egipto del 1805 al 1848, y a Cirilo IV de Alejandría, patriarca copto entre 1854 y 1861, las cosas parecieron mejorar para ellos. Si bien constituían entre el 10 y 20 % de la población, se estima que para la mitad del siglo 20 llegaron a acumular el 50 % de la riqueza del país.

Esta época dorada se les terminaría en el '52 con el golpe de Estado que puso al mando de Egipto a Gamal Abdel Nasser Hussein, un panarabista acérrimo. Por un lado, Nasser llevó adelante una política de nacionalización masiva, lo que afectó severamente la economía de los coptos; por el otro, su profundo nacionalismo lo hizo obstruir o tanto como pudiera las actividades culturales y religiosas de las etnias no árabes, demorando las construcciones de sus templos (hasta hace muy poco se necesitaba una autorización presidencial para poder realizar reparaciones o mejoras en las iglesias; hoy sólo debe aprobarlas cada gobernador), cerrando sus cortes religiosas y confiscando tierras y otros bienes de la Iglesia. Esto hizo que muchos coptos, sin plena libertad para profesar su credo y sintiendo perderse su identidad egipcia pre árabe, terminaran emigrando.

En la actualidad, los extremistas musulmanes siguen persiguiendo y atacando a los coptos -y a todos los cultos no islámicos- y los ejemplos de violencia causada por el odio religioso abundan. Las peores consecuencias, claro, suelen ser para aquellos musulmanes que osen convertirse a otros credos. La mayoría de las conversiones no son reconocidas por el gobierno y quienes lo intenten pueden ser juzgados por "alterar el orden público". Además, muchos casamientos interreligiosos no son permitidos. Esto es porque, como pasa en todos los cultos, lo más importante es que los niños no sean educados fuera de la religión. Así que se hace todo lo posible para que los matrimonios sean musulmanes con la intención de que los hijos también lo sean. También es común que las mujeres coptas sean secuestradas y obligadas a convertirse al islam y a casarse con hombres musulmanes. Cuesta imaginar peor destino.

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