martes, 22 de mayo de 2012

Algunas de las cosas que la astrología no tiene en cuenta


Astrónomos estudiando un eclipse (A. Caron)
Anteriormente, habíamos hablado sobre cómo las constelaciones sólo son tales si las observamos desde la perspectiva única de nuestro planeta y cómo, si pudiéramos alejarnos unos pocos años luz hacia cualquier dirección, nos daríamos cuenta de que las estrellas que parecían estar cerca unas de otras, en realidad están a distancias enormes entre sí. Por este motivo, las formas que les asignaron los seres humanos al estudiar el cielo hace cientos de años, dejan de tener cualquier sentido real, para ser sólo poético o subjetivo. Es decir, el hecho de que veamos desde aquí un grupo de estrellas que se asemejen (con mucha imaginación) a un león y lo llamemos constelación de Leo, no significa absolutamente nada porque, al alejarnos, ese león desaparece (o, mejor dicho, nunca existió). Hacer cualquier referencia a esa figura imaginaria en relación al carácter de las personas nacidas en la Tierra cuando ese grupo de estrellas estaba en una determinada posición en el cielo (asegurar que esas personas serán, por ejemplo, dominantes, feroces o, no sé, ¿carnívoras?), es simplemente ridículo.

Pero esta no es la única crítica que se le puede hacer a la astrología. En realidad, se le pueden hacer muchísimas. Para empezar, la astrología sólo utiliza a las constelaciones zodiacales, aquellas que se encuentran en la franja del cielo por la cual aparentan desplazarse el Sol, la Luna y los planetas. A todas las demás constelaciones, decenas de ellas, no les presta ninguna atención.

Otra cuestión importante es que, dado que la astrología se basa en la aseveración de que la posición de los objetos celestes al momento de nuestro nacimiento tiene influencia sobre nuestra personalidad y nuestro destino, debería tener en cuenta a todos esos objetos. Sin embargo, los astrólogos basan toda su pseudociencia en la supuesta interacción (jamás encontrada, explicada ni demostrada) entre los planetas del Sistema Solar y las estrellas visibles desde la Tierra. A veces incluyen algún que otro cometa o asteroide. Pero en el Universo hay muchísimos otros cuerpos que no son considerados en la astrología, ya que no eran conocidos cuando ésta fue desarrollada.

No son tenidas en cuenta las lunas, satélites naturales girando alrededor de varios de los planetas de nuestro Sistema Solar y seguramente de millones de otros planetas fuera del mismo y que, ya que estamos, tampoco son considerados. Tampoco incluyen en sus “cálculos” a los asteroides, que son pequeños cuerpos girando alrededor del Sol, millones de los cuales se encuentran formando un vasto cinturón entre la órbita de Marte y la de Júpiter. Quizás crean que son muy pequeños, pero algunos tienen unos cuantos cientos de kilómetros de diámetro y se los denomina planetas menores, o planetoides. Otro cinturón similar se encuentra más allá de Neptuno (cinturón de Kuiper) y hay también asteroides llamados troyanos, que comparten la órbita con algún planeta, siguiéndolo en su recorrido elíptico alrededor del Sol. Por otro lado, habría que preguntar a algún astrólogo cómo influirá en nosotros el hecho de que Plutón ya no sea considerado un planeta, sino un planeta enano, de los cuales hay al menos cinco.

Las estrellas, por su parte, son tomadas como si fueran todas iguales cuando, en realidad, son todas distintas. Algunas están a punto de explotar, otras acaban de formarse; algunas son relativamente pequeñas, otras son miles de veces más grandes que el Sol; su masa, composición, temperatura y brillo, por citar algunas características, varían enormemente, dando origen a su clasificación astronómica.

Comparación de tamaño de algunos objetos celestes
En este video se pueden observar las enormes diferencias de tamaño entre los planetas del Sistema Solar y el Sol y algunas otras estrellas de tamaños conocidos. Ahora, si sus tamaños resultan asombrosos, las distancias entre estos cuerpos son directamente imposibles de imaginar. Viajando desde el Sol a la velocidad de la luz (un poco más de mil millones de kilómetros por hora), demoraríamos más de cuatro horas para llegar a Neptuno. Si quisiéramos viajar a la estrella Sirio, la estrella más brillantes del cielo, perteneciente a la constelación del Can Mayor, tardaríamos ocho años y medio. Y Sirio está relativamente cerca nuestro. Para llegar a la estrella Espiga, en la constelación de Virgo, necesitaríamos algo más de 260 años. Alcanzar el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, nos llevaría 27.700 años. Sí, aún estamos en el barrio. Llegar a otra galaxia, como por ejemplo Andrómeda, implicaría viajar casi tres millones de años. Esto es lo que ni los astrólogos ni los seguidores de la astrología terminan de entender: no hay forma de que alguna energía mágica llegue desde esos cuerpos tan distantes hasta nosotros y mucho menos que esto pueda influir en nuestro carácter, comportamiento y destino. Aún más ridícula es la idea de que esto tenga relación con la posición aparente de estos objetos en el momento en que nacimos.

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