viernes, 17 de febrero de 2012

Los llamadores de ángeles (ruidos molestos, parte 2)


Ruidos molestos, parte 1 fue una sugerencia que le hice a Pablo, de Alerta Religión, y que terminó siendo una muy buena nota sobre los campanarios.

Hoy quería referirme a otro dispositivo molestamente ruidoso: los llamadores de ángeles. Hoy casi no hay casa que no tenga alguno de estos artilugios, ya sea como decoración, o porque a alguien le gusta el sonido que producen, o por alguna teoría New Age de armonización del ambiente o eliminación de energías negativas. Para mí, son ruidos molestos y nada más. 

Haciendo una búsqueda rápida en internet encontré que los hay de varios tipos, según su origen:

  • Llamadores de ángeles

Llamadores de ángeles de varios colores.
Estos son colgantes de plata o materiales similares, con pequeños trozos de metal en su interior. Al moverse hacen un ruido “angelical” que, según se dice, atrae a los ángeles para que nos cuiden. También se les asigna un significado especial para cada color. Según una leyenda celta, los ángeles de la guarda vivían con los humanos, pero se vieron forzados a alejarse de ellos (no se sabe porqué), así que les dejaron estos colgantes como protección, ara que los hicieran sonar cuando los necesitaran.

Otra leyenda dice que un grupo de ángeles les regaló estas joyas a unos duendes de algún bosque, para que los llamen si necesitaban su ayuda.

Más allá de si fueron o no un regalo de los ángeles, hoy en día los podemos comprar en muchos comercios, joyerías o incluso por internet.

Hoy hay quienes los llevan como colgantes en collares, aros o pulseras (de forma que hacen ruido constantemente), mientras que otros los cuelgan en alguna parte de la casa (a veces no sólo en lugares donde los pueda mover el viento, sino en puertas y ventanas, donde hacen ruido cada vez que alguien las abre). Quizás sea porque necesitan mucha ayuda de sus ángeles.

  • Fuurin (japonés, “campanilla que evoca el viento”)

Fuurin.
Son pequeñas campanillas redondeadas, de metal, cristal o cerámica, de las que pende un hilo con un papel en el cual se suelen escribir deseos. Se supone que el sonido y el movimiento de las campanillas aumentan la sensación de la brisa que refresca el caluroso ambiente veraniego.

Provienen originalmente de China (fuutaku, “campanilla de la fortuna”), donde se utilizaban para conocer la dirección y la fuerza del viento en los campos de bambú. Posteriormente, en Japón, fueron colgados de las cuatro esquinas de los templos para ahuyentar el mal y llamar a la tranquilidad. El material utilizado antiguamente era el cobre, pero hacia el año 1700 se empezaron a crear campanillas de cristal (recién en esa época se pudo dominar la técnica necesaria para trabajar ese material de una forma tan fina), que fueron todo un éxito comercial. Hoy, millones de hogares tienen alguna de estas campanitas, a veces colocadas discretamente en el jardín y a veces distribuidas por toda la casa.


Campanas de viento de metal.
Suelen ser campanillas de forma tubular, aunque los hay de muchas formas distintas. Pueden ser de metal, madera, bambú u otros materiales. Se las dispone suspendidas de hilos, en grupos, de forma que hacen diversos sonidos al entrechocarse por la acción del viento.

Su origen se remonta a la antigua Roma, donde se los colgaba en jardines o pórticos con la intención de mantener alejados a los espíritus malignos. En la India, durante el siglo II, y más adelante en China, se popularizó su uso en las pagodas, templos, palacios y hogares. Se cree que la intención era alejar tanto a los malos espíritus, como a las palomas.




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